De lo que puede verse ahora solo encontró la chimenea: todo lo demás lo trajo o lo armó ella. Quedan el sofá y la mesa de centro de su depa antiguo: el espacio anterior era tan chico que no tenía mucho más, y lo que tuvo y trajo lo ha ido cambiando. “Al cambiar cositas puede cambiar todo el ambiente”, explica. “El estante bajo la ventana, por ejemplo: cuando lo limpio se mueve toda la distribución y es increíble, pero con los mismos objetos puedes lograr cambiar todo”.  

Si bien como arquitecta e interiorista responde al estilo y a las necesidades de sus clientes, personalmente Augusta prefiere los espacios limpios y muy curados. Por eso, hasta ahora no sabe cómo se atrevió con el sillón amarillo. Se lo compró a un cliente –“porque con los clientes me atrevo más que conmigo”—, y quedó tan bien en ese proyecto que se compró uno idéntico. “Además me di la excusa de usarlo para la lactancia… Aunque nunca lo usé para eso”, confiesa riendo. Lo cierto es que resulta perfecto en la esquina de su sala.  

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